Juanito era un niño de unos ocho años, moreno, con los ojos oscuros. Sus padres, que tenían vacaciones, se lo habían llevado a la playa. Juanito no había visto nunca el mar: le encantó lo azul y lo inmenso que era. Él quería ir a nadar al agua, pero su padre no quería que fuese solo, así que le acompañó a la orilla. Le preguntó:
-¿Te gusta?
-¡Mucho, papá! -contestó Juanito.
-Pues ya toca salir del agua, son ya las doce... y te puedes quemar. -Dijo su padre.
-¡No! ¡Yo quiero quedarme en el agua, me gusta mucho!
-¡Juanito, vamos! -Le dijo su padre- ¡Hay que salir!
-¡Que no! -Respondió Juanito y empezó a llorar, porque quería seguir en el agua más rato.
Juanito no quería obedecer, pero su padre le dijo:
-Al menos, vamos hacia la orilla, así no estarás dentro del agua. Te pones un poco de crema solar y hacemos castillos en la arena, ¿Qué me dices?
Esto convenció a Juanito: se dejó poner crema y luego su papá y él estuvieron haciendo castillos de arena. Estuvieron trabajando durante dos horas. La gente que pasaba por allí, se paraba a mirar el castillo que estaban construyendo: ¡Era precioso! Habían hecho un puente levadizo y todo, el papá de Juanito era un artista. Cuando el castillo estuvo terminado, la gente les empezó a aplaudir:
-¡Bravo, bravo! -Gritaban todos a la vez mientras aplaudían.
Juanito estaba muy contento: había hecho algo con su papá que había merecido la pena. Mucha gente se acercaba a ellos y querían hacerse fotos junto a ellos y al castillo. Fue un día muy divertido.
Un matrimonio, les invitó a comer. Les dijo:
-¡Nos gustaría que comiérais con nosotros!
-¡Muchas gracias! -dijo el papá de Juanito- ¡Nos gustará mucho!
Cuando fueron al restaurante, estuvieron comiendo y hablando durante todo el tiempo. El señor que les había invitado se llamaba James, era americano y su mujer era sueca. Se habían conocido en la playa hacía ya muchos años, se habían enamorado y se habían casado. Sus hijos ya eran mayores y ellos vivían ya allí, en una casita pequeña, pero muy acogedora.
Juanito se empezó a aburrir: se había acostumbrado a ser el centro de atención y empezó a portarse mal. Su padre le dijo:
-¡Juanito! ¡Cuando los mayores hablan, los niños se tienen que comportar!
-¡Papá, vamos a jugar! -Le decía Juanito.
Su padre le dijo:
-¡Pórtate bien o no iremos luego a ver el castillo de arena ni a bañarnos a la playa!
Fue entonces cuando aquellos señores, se pusieron a hablar con él:
-¿Te llamas Juanito, verdad? -Le dijo el señor- Mi hijo también se llama así.
-¡Ah! -Respondió Juanito- ¿Y dónde está tu hijo?
-Él está en Estados Unidos, vive allí.
-¡Ah! -contestó Juanito. Y estuvieron hablando durante un rato. Juanito se tranquilizó un poco y empezaron a recoger. Cuando volvieron a la playa, el castillo seguía allí y la gente también: A todo el mundo le había gustado. Juanito les dijo a todos:
-¡Lo ha hecho mi papá! ¡Es un artista!
Pronto cayó la tarde y el padre de Juanito le dijo que tenían que recoger. Se marcharon a casa dejando su huella en la arena, con el castillo, hasta que subió la marea y el castillo se deshizo. Se lo llevó el agua, como también las horas se llevaron aquel maravilloso día de playa.