Subí al desván de aquella casa
buscando algo
que me ayudara a recordar
aquellos momentos.
No recuerdo qué buscaba
y tampoco esperaba encontrarlo…
entonces reparé en la vieja mecedora.
Después de tantos años
estaba intacta,
algo desvencijada
aunque cubierta de telarañas.
Las aparté todas,
me senté y cerré los ojos.
Las imágenes de mi niñez
se venían a mi mente:
primero deprisa,
de forma caótica
sin conexión ni orden
y después
de forma metódica
iba recordando cada minuto de aquellos días
podía recordar los nombres, las caras,
podía recordar personas,
sentimientos y sueños
que a la larga habían sido truncados.
Podía recordar
bonitos momentos compartidos,
minutos de tristeza y llanto,
horas de soledad
alternadas con segundos de alegría y risas…
podía recordar
sentada en aquella mecedora
de aquel desván.
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